«Solo con la luz se puede conseguir que un mismo espacio sea cambiante, ya sea natural o artificial.»
En el ámbito de la arquitectura doméstica parece que la forma habitual de entender la luz artificial es entenderla como un elemento de soporte a la luz natural. Buscamos la luz en las fachadas para obtener el máximo beneficio de la luz solar y todos los espacios interiores los dejamos como algo residual, por zonas como el baño tradicional cerrado, habitaciones con poca iluminación y donde el descanso es más importante que la actividad diaria.
En este apartamento se quiere ocupar y habitar todo el espacio, tanto el espacio más cercano a las fachadas como los espacios más interiores siempre teniendo presente la esencia de la arquitectura que busca la luz natural para crear espacios saludables llenos de energía. De este modo, las estancias más estáticas que necesitan de una buena iluminación natural se distribuyen en las dos fachadas del edificio. La luz de mañana invade todo el salón – comedor y la luz de tarde entra en la habitación y al estudio.
En la parte central, menos agradecida por la luz natural, la luz artificial cobra importancia al servicio de todo el espacio. El espacio interior queda definido por un mueble central que organiza y distribuye la vivienda. Este mueble permite separar y unificar el espacio con dos recorridos lineales y un recorrido circular a la vez que flexibiliza los espacios para mayor o menor intimidad.
En este sentido, es un elemento que permite diferentes actividades y se construye a partir de la integración de la luz en su arquitectura para que su función sea aún más rica y compleja y ofrezca mayores posibilidades de habitar el espacio. La linealidad del espacio se percibe con los elementos arquitectónicos y lumínicos, que marcan la directriz de conexión entre las estancias que se encuentran en las fachadas.