Alberto Casado, Head of Marketing LEDVANCE IBERIA
Una mirada a los orígenes
La humanidad, desde sus inicios hasta bien entrado el periodo de la Ilustración, ha dependido básicamente de los recursos naturales. Por ello su actividad se desarrollaba generalmente en espacios exteriores, fuera del hábitat y en las horas diurnas en que se podía contar con el auxilio de la luz natural. Las actividades interiores o nocturnas eran residuales y, en consecuencia, las necesidades de utilización del alumbrado artificial muy escasas.
En el mundo desarrollado, durante el siglo XVIII y con motivo de la revolución industrial, comenzó a extenderse la utilización de la fuerza del vapor y otros tipos de mecanismos. Todos estos avances propiciaron un cambio muy radical. Los trabajos pasaron, cada vez más, a realizarse en locales interiores. Por otro lado, el mercantilismo y el capitalismo tendieron a generar jornadas laborales cada vez más largas, y a prolongarlas hasta la noche, con el objeto de acortar el periodo de amortización de las inversiones de capital en fábricas y colonias industriales.
Esta nueva situación provocó la necesidad de utilizar Iluminación artificial para suplir la carencia de luz solar. El siglo XIX asistió a un rápido desarrollo de nuevos tipos de iluminación: petróleo, acetileno, gas del alumbrado, arco voltaico culminando en 1879 con las primeras aplicaciones prácticas de la «bombilla»: lámpara eléctrica de incandescencia. Con las instalaciones eléctricas se facilitó la instalación, y aumentó la seguridad en la misma, originando con ello el inicio de la generalización del alumbrado artificial.
A pesar de lo que muchos creen, la bombilla no fue inventada por Thomas Alva Edison. Si bien es cierto que Edison presentó el 21 de octubre de 1879 una lámpara práctica y viable, que lució durante 48 horas ininterrumpidas, el químico Sir Joseph Wilson Swan, un británico, es el verdadero inventor del bombillo (o bombilla).
El impacto de la iluminación en nuestro día a día
Dado que la luz natural es dinámica desde el amanecer hasta el anochecer, necesitamos de la ayuda de la iluminación artificial para poder desarrollar cada una de las acciones y tareas diarias que realizamos.
Si nos paráramos un momento a pensar, caeríamos en la cuenta de que a lo largo de una jornada cotidiana pasamos un 90% de nuestro tiempo en el interior. Además, también debemos tener en cuenta la cantidad de luz natural que recibimos. En un día soleado obtenemos del exterior 100.000 lúmenes, mientras que si está nublado se reduce a 10.000 lúmenes. La cantidad se modera aún más cuando nos encontramos en espacios cerrados, 500 y 300 lúmenes en oficinas y colegios, respectivamente. Todo ello lleva a una afirmación categórica, la iluminación artificial es necesaria.[+]