Cada nuevo proyecto es una oportunidad para recuperar pensamientos a menudo interrumpidos y desarrollarlos con intensidad.
Pensamientos nunca absolutamente originales, ya que siempre han estado y siguen siendo objeto de investigación y desarrollo por parte de otros arquitectos, otras personas, y con las cuales te apetece seguir compartiendo ese ámbito de investigación, de actividad creativa.
Nos gusta pensar que nuestro trabajo tiene una continuidad que va más allá del proyecto concreto, y que está continuidad se establece no solamente en este contexto sino que va más allá de aquello que nos pertenece, y que establece un contacto con aquellos con los cuales pretendes dialogar. Nos interesaba establecer cierta continuidad pues con aquellos arquitectos, diseñadores, que pretendían descubrir en sus edificios, en sus construcciones, algunas cualidades en relación al lugar, en relación a la topografía de éste, y su interralación con la luz, en definitiva intentar establecer las condiciones geométricas que nos permitan hablar del lugar y de la relación controlada con su entorno. Y que en esta relación interviniese la luz como origen de una geometría posible.
Hablaríamos de Paul Heningsen, de Alvar Aalto, de Louis Kahn… y, en el tiempo, intentaríamos mantener el diálogo.
La conversación querría extenderse a Mlnikov, Leonidov, Tatlin, a través de sus proyectos fantásticos con los cuales pretendían explicar su idea del mundo, cuando sus arquitectos intentan renunciar a la gravedad, vencerla, y sugieren arquitecturas ingrávidas, despegadas del suelo, listas para ascender, como si de un globo aerostático se tratara.
En realidad nos hablan de una ambición colectiva, de un mundo ideal, imaginario, posible o no, donde el sentimiento de pertenencia está más cercano al cielo.
Un trabajo a menudo secreto, un diálogo en grupo reducido de pensadores, arquitectos, pero finalmente comprensible y fácilmente asimilable por el colectivo.