Estamos viviendo tiempos apasionantes refiriéndonos al alumbrado público exterior. En muchas ciudades, barrios y calles se están experimentando cambios importantes que son consecuencia de los avances tecnológicos que está fomentando el sector de la iluminación en todo el mundo.
La iluminación ha dejado de ser una simple fuente de luz, y cada vez más ciudadanos la aprecian como una interfaz más con la que interactuar o sentirse cómodos y seguros a la vez que nos ofrece otros servicios y sepamos que está comprometido con valores clave en el siglo XXI, como la eficiencia energética. Cada vez más una luminaria está dejando de ser un dispositivo de apagado/encendido, incorporando distintos tipos de tecnología que le permiten ahorrar dinero en la factura eléctrica, disminuir su flujo luminoso si no es necesario, adaptarse a los horarios nocturnos de la ciudad y personalizar su servicio a cualquier cliente. Además, la fuente de luz también está cambiando. Cada vez más se busca una luz de calidad, que produzca menos fatiga visual, que sea más agradable al ser humano, que nos mantenga despiertos, atentos, pero no alerta. Una luz coherente con nuestro estilo de vida y con nuestras circunstancias del día a día, que son cambiantes. En definitiva, el alumbrado exterior está dejando de ser aquella farola solitaria, derrochadora o incoherente en muchos casos para cobrar un significado vital y siempre necesario, permitiendo la regulación y la excepción como norma, e impulsando la eficiencia energética y las tecnologías de la información, confiriendo a la vez una personalidad única para cada lugar.[+]