José Luis Cañas y Emilio Portillo
«La Catedral y el Castillo —dijo Ortega y Gasset— son, a la vez naturaleza e historia. Parecen excrecencias naturales del fondo rocoso de las glebas, y, al propio tiempo, sus líneas intencionadas poseen sentido humano. Merced a ellos el paisaje se intensifica y transforma en escenario. La piedra sin dejar de serlo, se carga de eléctrico dramatismo espiritual». Hace algún tiempo tuve la oportunidad de volver a visitar la catedral de León. De nuevo en su interior el juego de sensaciones producidas por la luz que proyectaban sus extraordinarios vitrales atrajeron mi atención durante un dilatado instante. La cambiante paleta de colores que la luz emitida por los vitrales proyectaba sobre los neutros y recios paramentos de piedra que definían el espacio interior de la catedral invitaban a la reflexión. En los amarillos de plata, amarillo topacio, azul zafiro, azul aguamarina, azul índigo, azul turquesa, así como en el resto de los colores se descubrían variaciones de intensidad que correspondían a los distintos óxidos metálicos que utilizaban, el espesor irregular de cada cristal y la variación en la intensidad de la luz solar. En definitiva me encontraba contemplando en un espacio gótico un cambio de color dinámico producido de forma natural, capaz de atraer la atención del visitante y guiarla a través del caprichoso recorrido que el conjunto de colores producía por el propio movimiento del sol.
En este caso la luz y la sombra no eran una mera oposición entre el blanco y el negro, sino un contraste entre colores cálidos y fríos, el blanco y el negro estaban llenos de color. No pude por menos que pararme a pensar en las sensaciones que todo ello debió producir en las gentes de la época, teniendo en cuenta que se tiende a criticar e incluso rechazar cuando se realizan nuevas soluciones sin referentes en tradiciones anteriores. Al cabo del tiempo, la fortuna quiso que cayera en mis manos un proyecto muy singular, en el que podría plasmar parte de las experiencias adquiridas con las sensaciones experimentadas por la luz de la catedral : la iluminación del Castillo de Manzanares el Real.
Antecedentes
A finales del siglo XV y durante el siglo XVI, aparece de una manera muy señalada el castillo-palacio. Aunque anteriormente había castillos puramente militares que tenían en el interior estancias ricamente decoradas, generalmente con motivos góticos y mudéjares, no eran propiamente castillos-palacio, sino mas bien castillos con lujosos aposentos en su interior. Uno de los mejores castillos-palacio que tenemos en España es el de Manzanares el Real, en la provincia de Madrid, propiedad de la Casa del Infantado y obra del gran arquitecto del gótico tardío Juan Guas.