La Subdirección General de Promoción de las Bellas Artes y el Museo Nacional de Escultura han presentado la exposición Instante Blanco, del artista Bernardi Roig, que permaneció abierta al público del 28 de septiembre de 2013 hasta el 12 de enero de 2014
Roig completará en el Museo Nacional de Escultura una trilogía que le ha llevado a enfrentarse a las potentes colecciones de otros dos museos de primera fila, el Museo Ianchelevici en La Louvière (Bélgica), y el Museo Lázaro Galdiano en Madrid.
Instante blanco, de Bernardí Roig, es una exposición concebida expresamente por el artista para el Museo Nacional de Escultura, que ocupa y redefine sus espacios con diez esculturas blancas. El objetivo es establecer un diálogo con las diferentes estancias que contienen los fondos del museo a fin de crear una nueva mirada sobre las obras que alberga. Se trata, por tanto, de una intervención en los márgenes, de un susurro que dinamita la idea del museo como mero almacén de objetos ubicados y percibidos cronológicamente.
Con esta ocupación e interpretación del territorio del museo, se reactiva la presencia de las obras del pasado y se altera ese tipo de percepción lineal que busca fosilizar el recuerdo. Por el contrario, la obra de Bernardí Roig genera una serie de fricciones con la memoria y da lugar a un recorrido inédito que hace visible toda una trama de significados imprevistos. De este modo, estas diez esculturas blancas rompen el silencio devoto del lugar y de sus visitantes para proponer otro itinerario de nuestra colección de escultura policromada.
Las salas de un museo son la casa de la memoria, el lugar donde se sedimentan las imágenes que, en otras épocas, han formado el imaginario colectivo de una cultura, y que, acumuladas y ordenadas por la historia, han moldeado nuestro saber. Pero estas mismas imágenes, alteradas y recodificadas por el artista, provocan una polvareda de escombros a su alrededor. Esos escombros son los microfragmentos desordenados de nuestra memoria.
El título de la exposición hace referencia a la célebre frase del Fausto de Goethe: «Detente, instante, ¡eres tan bello!». La escultura representa ese instante, apresado en la quietud de la forma. Como explica Bernardí Roig, «ese instante es blanco porque la luz detenida se ha coagulado. Es entonces cuando podemos afirmar que el ojo se ha sumergido en un vaso de leche. Un gigantesco vaso de leche en el que los significados todavía no han copulado».[+]